Transgresiones éticas en la relación entre terapeutas y pacientes: cómo identificarlas y prevenirlas

La relación entre un psicólogo y su paciente es una de las más profundas y trabajadas. El psicólogo tiene el deber de ayudar al paciente a navegar por sus pensamientos, emociones y comportamientos, lo que requiere un ambiente de confianza y respeto mutuo. Sin embargo, esa confianza tiene un riesgo añadido, ya que hay una mayor probabilidad de que se produzcan transgresiones éticas. Aquí vamos a explorar algunas de las más comunes y peligrosas, y cómo evitarlas para mantener la integridad y el beneficio de esta relación tan importante.

Confidencialidad: el pilar fundamental

La confidencialidad es la base de cualquier relación terapéutica. Todos los pacientes deben firmar el consentimiento para el tratamiento de sus datos antes de empezar su proceso de terapia, y el psicólogo se compromete a proteger su confidencialidad. Los pacientes deben sentir que pueden hablar abiertamente sin temor a que sus palabras lleguen a oídos no deseados. Romper la confidencialidad, ya sea de forma intencional o accidental, es una de las transgresiones éticas más graves.

Los psicólogos debemos asegurarnos de que cualquier información que compartamos sobre nuestros pacientes esté adecuadamente anonimizada y contar siempre con el consentimiento explícito del paciente antes de divulgar cualquier detalle (con la excepción de que haya un riesgo grave para la vida de un paciente o de otras personas de su entorno). Además, deben cerciorarse de proteger los datos recogidos, con medios de seguridad física (armarios protegidos con llave, mantener los documentos en el espacio de la consulta) o digital (tener un antivirus actualizado, cifrar los documentos con contraseña).

Mantener una relación más allá de lo profesional

Otra transgresión ética significativa se produce cuando el psicólogo y el paciente desarrollan una relación fuera del entorno terapéutico. Esto puede ocurrir en casos donde el psicólogo tiene otro tipo de relación con el paciente, como amistad, familiaridad o incluso una relación romántica. Este tipo de situaciones crean un conflicto de intereses y pueden interferir con el juicio profesional del psicólogo, afectando la objetividad necesaria para tratar al paciente. Incluso después de haber finalizado la relación terapéutica, no es recomendable mantener otro tipo de contacto diferente al terapéutico, puesto que puede boicotear los avances conseguidos.

Es crucial mantener una clara distinción entre la relación profesional y cualquier otro tipo de relación personal. Si un psicólogo se encuentra en una situación en la que podría surgir una dualidad de roles, debe tomar medidas inmediatas para abordarla, ya sea refiriendo al paciente a otro profesional o estableciendo límites claros desde el principio.

Dependencia emocional

En ocasiones, tanto psicólogos como pacientes pueden volverse excesivamente dependientes el uno del otro. Cualquier objetivo relacional que se distancie de ayudar al paciente a mejorar su calidad de vida y resolver sus conflictos, puede ser perjudicial para ambas partes. Los psicólogos pueden mantener una relación terapéutica más allá de lo debido por motivos de soledad, necesidad de reafirmación o de autoridad, objetivos poco realistas en terapia o excesivo perfeccionismo o dificultad para aceptar las propias limitaciones. Por otra parte, siendo este caso más habitual, el paciente puede depender del psicólogo al no sentir que pueda lograr desenvolverse sin su ayuda, por una excesiva necesidad de guía o por no encontrar otras fuentes de apoyo. Esta situación no solo es poco ética, sino que también puede ser perjudicial para el paciente, ya que puede crear una dinámica de poder desigual y mantener al paciente en una situación de dependencia.

Los psicólogos debemos estar atentos a nuestras propias motivaciones y evaluar regularmente si estamos actuando en el mejor interés del paciente. Además, debemos establecer y adherirnos a un plan de tratamiento claro y objetivo, con metas específicas y un marco temporal razonable.

Falta de competencia o actualización profesional

El mundo de la psicología está en constante evolución, y los enfoques terapéuticos que funcionaban hace una década pueden no ser tan efectivos hoy en día. La falta de actualización profesional o la falta de competencia en el tratamiento de un problema específico no permiten ofrecer el mejor tratamiento a nuestros pacientes.

La formación continua es clave. Los psicólogos debemos comprometernos a actualizarnos constantemente a través de cursos, talleres y la lectura de la literatura profesional. Además, es importante ser consciente de cuáles son nuestros puntos y débiles, y hasta qué punto podemos intervenir en ciertos casos. Si un psicólogo siente que no está calificado para tratar un problema en particular, debe derivar al paciente a otro profesional.

Imposición de valores o creencias

Un buen psicólogo hace el trabajo de colocarse en la piel de su paciente, para comprender cómo percibe el mundo con sus propios ojos, moldeados por su experiencia. Eso implica respetar los valores y creencias del paciente, incluso si difieren de los suyos propios. Imponer nuestros valores personales o tratar de influir en las decisiones del paciente basándonos en nuestras propias creencias es una transgresión ética. Por ejemplo, un psicólogo que intenta influir en las decisiones de vida de un paciente, como su religión, orientación sexual o decisiones reproductivas, está cruzando una línea ética importante. Por supuesto, en los casos en los que los valores del paciente y el terapeuta supongan un choque irreconciliable, lo más recomendable es derivar al paciente.

Como psicólogos, tenemos la responsabilidad de cuidar la relación con nuestros pacientes, y eso incluye procurar no salirnos de nuestro rol profesional, y practicar constantemente la autorreflexión.

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Cómo evitar las transgresiones éticas en la práctica psicológica

Evitar estas transgresiones éticas no solo protege al paciente y su proceso de crecimiento y trabajo terapéutico, sino que también preserva la integridad y la credibilidad de la profesión. Aquí hay algunas estrategias clave para mantener una práctica ética:

1. Supervisión frecuente: Buscar supervisión o consulta regular con colegas experimentados es una excelente manera de prevenir transgresiones éticas. Discutir casos difíciles o dilemas éticos con otro profesional puede ofrecer nuevas perspectivas y evitar errores.

2. Introspección y autorreflexión: Los psicólogos deben reflexionar constantemente sobre su práctica y sus motivaciones, y preguntarse a uno mismo si las decisiones que se están tomando son realmente en el mejor interés del paciente.

3. Formación continua: Como mencionamos anteriormente, la formación continua es crucial. Mantenerse al día con las últimas investigaciones y técnicas asegura que los psicólogos estén ofreciendo el mejor tratamiento posible a sus pacientes.

4. Establecimiento de límites claros: Desde el inicio de la relación terapéutica, es importante establecer y comunicar límites claros sobre la naturaleza de la relación profesional. Esto ayuda a prevenir malentendidos y transgresiones futuras.

5. Adherencia al código deontológico: Los psicólogos deben familiarizarse y adherirse estrictamente a los códigos de ética establecidos. Estos códigos ofrecen una guía clara sobre cómo manejar diversas situaciones éticas, y cuál es el lugar que debe ocupar el profesional.

En conclusión, la relación entre un psicólogo y su paciente es profundamente significativa y delicada. Mantener altos estándares éticos no solo protege al paciente, sino que también enriquece la práctica profesional del psicólogo, promoviendo un ambiente de confianza y respeto que es esencial para el éxito terapéutico.

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